El lenguaje cinematográfico de Leonardo Favio

Leonardo Favio posee una sensibilidad extraordinaria, sus películas nos narran una historia a través de los colores, las tomas, las luces, los gestos y los movimientos de los personajes, quienes nos hablan directamente al alma. La estética de Leonardo Favio y su capacidad para transmitir lo convirtieron en uno de los más grandes cineastas argentinos. Sus personajes transitan espacios solitarios, callejones de pueblo, donde la dureza de la vida opaca los sueños. Cada película de Favio nos abre un universo de imágenes para sentir y reflexionar sobre los contrastes de la vida.

«El Aniceto», el último poema de Favio

El Aniceto (interpretado por el bailarín Hernán Piquín) es dueño de un gallo de pelea llamado “el Blanquito”, quien es su gran amigo y compañero de vida. La historia comienza cuando el Aniceto conoce y se enamora de la Francisca (interpretada por la bailarina Natalia Pelayo), una jovencita de apariencia frágil e inocente, que llega a transformar el solitario mundo del Aniceto en uno más cálido y acogedor, donde prima el amor y la ternura. Sin embargo, la inocencia y sensibilidad de Francisca no es suficiente para el Aniceto, quien pone los ojos en otra mujer: Lucía (la bailarina Alejandra Baldoni), quien rebosa belleza y sensualidad, dando origen a un triángulo amoroso que detonará el conflicto entre los personajes.

Más allá de la evidente metáfora entre las peleas de gallo y las conquistas del Aniceto, en esta película encontramos poesía por todos los rincones. La fotografía y escenografía nos empapa de sutilezas y matices que construyen la historia; cada lugar, cada objeto, cada color cumple una función insustituible. El sentimiento y la emoción está en el viento que mueve los sauces, en esa luna gigante que acompaña la danza de los personajes; quienes —casi sin palabras — nos sumergen en un romance que eriza los pelos. A esto, se suma el hecho de que no sean actores, ya que un diálogo cotidiano —sin ninguna relevancia — se transforma en una conversación antinatural y exagerada que fortalece la teatralidad. Cada mirada, cada sonrisa, cada movimiento, nos ayuda a develar la esencia del Aniceto, la Francisca y la Lucía.

El Aniceto es una obra sublime, poesía en todas sus aristas, una representación cinematográfica que mezcla teatro, música, danza, fotografía y hasta pintura. Una historia sencilla que —sin gran ostentación de recursos — nos lleva majestuosamente de la inocencia a la sensualidad, del amor al desamor, de la posesión a la pérdida.

Leonardo Favio, simplemente uno de los más grandes creadores latinoamericanos, su obra se fortalece en su capacidad para conectarnos con nuestra humanidad, despertando la inocencia y el sentimiento más profundo, un recuerdo de esa chispa de luz que hemos apagado.